El Padre llama...
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Alfa & Beta
Padre
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Keres :: Noir :: Castillo Le Rien
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El Padre llama...
Levantó ligeramente el rostro, observando la sala a través de los mechones de cabello que ocultaban sus facciones. El gran salón del castillo, normalmente vacío pues él permanecía casi siempre en la torre más alta, ahora se encontraba lleno de rostros por mucho tiempo ausentes, pero que reconocía a la perfección: sus Líes, sus creaciones, sus hijos.
Respiró hondo, sintiendo que su pecho se oprimía como ocurría últimamente y cada vez con más frecuencia. Por eso había llamado a sus hijos. Necesitaba poder liberar a la Voz, necesitaba que estuviera con él de una forma física, la necesitaba con él para librarse definitivamente de aquella soledad que lo atenazaba. La Voz se lo había prometido; cuando la trajera a su castillo todas sus heridas sanarían. Y para conseguirlo sólo había una manera.
— Hijos míos— habló por fin, su voz ronca y con un tinte de melancolía perpetuo retumbando en las gruesas paredes del castillo—. Hijos míos, me alegra ver que todos habéis acudido a mi llamado.
Caminó de forma pausada hacia el centro de la sala, observando los rostros que aparecían a su paso.
—Me enorgullece no sólo veros aquí, sino también saber que cumplís con mis deseos, que os esforzáis en ayudar a vuestro Padre— hizo una pausa, pasando lentamente la lengua por sus labios algo resecos, sus ojos casi ocultos tras el pelo perdidos en algún rincón de su mente—. No podría pedir hijos mejores. Sin embargo…—volvió a pararse, buscando las palabras—. Sin embargo, os he llamado aquí porque necesito que redobléis vuestros esfuerzos.
Dio un par de pasos más, sabiendo que todas las miradas estaban centradas en él.
— El momento de completar el ritual se acerca, mi meta está cada vez más próxima. La larga espera pronto tendrá su recompensa…Pero, por desgracia, no hay suficientes sacrificios para realizarlo. Necesito más, necesitamos más —aclaró, volviendo a humedecer sus labios—. Por eso, el tiempo de esconderse y ser sutiles se ha acabado, hijos míos. Hemos invertido mucho para fallar ahora. No, no…Los malditos deben ser nuestros. Todos, cada uno de ellos, deben servir a nuestro propósito.
Se paró de nuevo, sus ojos brillando ahora con una chispa de locura.
— Es hora de que demostréis vuestra fuerza, hijos míos. Es hora de cumplir el propósito por el que os cree, de cumplir el deseo de vuestro Padre —los miró a todos de nuevo, temblando de ansias reprimidas—. Quiero que los traigáis, que traigáis a los que moran en la superficie hasta que estén todos aquí, en nuestro castillo. Es hora de emplear la fuerza, de que uséis vuestro potencial —respiró sonoramente, inclinando la cabeza hacia atrás y mirando al techo—. Desde este momento, ¡estamos en guerra con los humanos! —rugió en medio de la sala—. No quiero piedad, no quiero que quede nadie libre. Todos ellos deben servir como sacrificios para nuestro ritual. Ya han disfrutado bastante de su tiempo, es hora de reclamar lo que es nuestro.
Respiró hondo, sintiendo que su pecho se oprimía como ocurría últimamente y cada vez con más frecuencia. Por eso había llamado a sus hijos. Necesitaba poder liberar a la Voz, necesitaba que estuviera con él de una forma física, la necesitaba con él para librarse definitivamente de aquella soledad que lo atenazaba. La Voz se lo había prometido; cuando la trajera a su castillo todas sus heridas sanarían. Y para conseguirlo sólo había una manera.
— Hijos míos— habló por fin, su voz ronca y con un tinte de melancolía perpetuo retumbando en las gruesas paredes del castillo—. Hijos míos, me alegra ver que todos habéis acudido a mi llamado.
Caminó de forma pausada hacia el centro de la sala, observando los rostros que aparecían a su paso.
—Me enorgullece no sólo veros aquí, sino también saber que cumplís con mis deseos, que os esforzáis en ayudar a vuestro Padre— hizo una pausa, pasando lentamente la lengua por sus labios algo resecos, sus ojos casi ocultos tras el pelo perdidos en algún rincón de su mente—. No podría pedir hijos mejores. Sin embargo…—volvió a pararse, buscando las palabras—. Sin embargo, os he llamado aquí porque necesito que redobléis vuestros esfuerzos.
Dio un par de pasos más, sabiendo que todas las miradas estaban centradas en él.
— El momento de completar el ritual se acerca, mi meta está cada vez más próxima. La larga espera pronto tendrá su recompensa…Pero, por desgracia, no hay suficientes sacrificios para realizarlo. Necesito más, necesitamos más —aclaró, volviendo a humedecer sus labios—. Por eso, el tiempo de esconderse y ser sutiles se ha acabado, hijos míos. Hemos invertido mucho para fallar ahora. No, no…Los malditos deben ser nuestros. Todos, cada uno de ellos, deben servir a nuestro propósito.
Se paró de nuevo, sus ojos brillando ahora con una chispa de locura.
— Es hora de que demostréis vuestra fuerza, hijos míos. Es hora de cumplir el propósito por el que os cree, de cumplir el deseo de vuestro Padre —los miró a todos de nuevo, temblando de ansias reprimidas—. Quiero que los traigáis, que traigáis a los que moran en la superficie hasta que estén todos aquí, en nuestro castillo. Es hora de emplear la fuerza, de que uséis vuestro potencial —respiró sonoramente, inclinando la cabeza hacia atrás y mirando al techo—. Desde este momento, ¡estamos en guerra con los humanos! —rugió en medio de la sala—. No quiero piedad, no quiero que quede nadie libre. Todos ellos deben servir como sacrificios para nuestro ritual. Ya han disfrutado bastante de su tiempo, es hora de reclamar lo que es nuestro.
Padre- Unknown
- Mensajes : 2
Fecha de inscripción : 17/07/2008
Re: El Padre llama...
A espaldas de todos, lejos de cualquiera de sus hermanos, expectantes desde el rincón mas obscuro de la gran sala, los gemelos observaban a su padre hablar, mientras un sentimiento nacía en sus adentros, algo que oprimía con firmeza su pecho, una emoción desbordarte, algo que no podía describir con palabras, quizás se trataba simplemente de impaciencia, siempre había sido su sueño concederle al creador su mas grande deseo y ahora podían hacerlo, podían convertirse en los favoritos de su padre y no solo eso, podrían salir, ver la superficie que jamás habían podido observar con propios ojos.
Sus más grandes sueños estaban ahora al alcance de sus manos, una amplia y aperlada sonrisa se dibujo en sus bocas de solo imaginar las miles de posibilidades mientras sus manos se aferraban con fuerza a las del otro temblantes de emoción.
- Capturar a… - Susurro Alfa delatando su sentir en sus palabras – Los malditos – contesto Beta con el mismo tono de voz. – Antes que nadie, para Papá – declararon al unísono retando por lo bajo a sus tan odiados hermanos.
Sus más grandes sueños estaban ahora al alcance de sus manos, una amplia y aperlada sonrisa se dibujo en sus bocas de solo imaginar las miles de posibilidades mientras sus manos se aferraban con fuerza a las del otro temblantes de emoción.
- Capturar a… - Susurro Alfa delatando su sentir en sus palabras – Los malditos – contesto Beta con el mismo tono de voz. – Antes que nadie, para Papá – declararon al unísono retando por lo bajo a sus tan odiados hermanos.
Alfa & Beta- Lie
- Mensajes : 5
Fecha de inscripción : 30/12/2010
Re: El Padre llama...
Reinhardt se encontraba frente a Padre era quien mas cerca de el estaba, siempre se habia sentido superior a sus demas "hermanos" por haber sido el primero en ser creado, por lo tanto el mismo se daba esa confianza de estar tan cerca de Padre, Reinhardt escucho atentamente cada palabra que el decia en silencio, sin molestarse en voltear hacia atras ya que nada le importaba lo que sus "hermanos" estuvieran haciendo, despues de todo para el no eran mas que copias suyas mal hechas, al terminar padre de hablar simplemente Reinhardt dio media vuelta y camino hacia la salida pasando al lado de sus "hermanos" pero ignorandolos por completo tratandolos como la basura que eran para el "-me parece ya sabemos quien sera nuestra victima-" sin decir nada Reinhardt salio del lugar con un semblante serio y frio
Reinhardt- Lie
- Mensajes : 29
Fecha de inscripción : 06/11/2010
Re: El Padre llama...
Retirado de todos, apoyado al lado de la salida más cercana se encontraba Kelian, quien escuchaba a su padre atentamente mientras sus ojos miel contemplaban el techo que quieto y oscuro se mostraba ante él. Suspiro, ah, la comida se tendría que convertir ahora en simples prisioneros, ya varias veces a sus capturados los había ocultado a su padre para poder devorarlos a gusto, esta vez por simplemente complacerlo se los daría, ya se guardaría menos para sí mismo.
Daba igual, con ver un movimiento de agrado por parte de su creador le bastaba para sentirse satisfecho, desde hace mucho tiempo atrás había olvidado pretender ser el numero uno para su padre, bien lo había observado con aquellos creados desde un principio, eran tan vanidosos, era un problema, en especial que no habían tomado en cuenta que si su padre había creado más era porque sus primeras creaciones no lo satisfacían... tal vez… estaba aun buscando crear a “ese” ser perfecto, y cuando apareciera, je, realmente haría enojar a cualquiera de sus hijos.
Miro a algunos jóvenes lies, otros más viejos que él mismo, pero cuando uno de sus hermanos simplemente salió sonrió de lado, je, de nuevo la pelea entre hermanos había empezado, solo por buscar la satisfacción de su creador, bien, entonces él también ayudaría a que el sueño de su padre fuera suyo también, ahora tenía con que entretenerse. Dándoles una mirada a algunos hermanos más recientes pestañeo y bostezo estirándose, era hora de irse a cazar un par de humanos. Espero hasta que salieran unos pocos más, perdiéndose entre los demás con la firme convicción de satisfacer el deseo “paterno”.
Daba igual, con ver un movimiento de agrado por parte de su creador le bastaba para sentirse satisfecho, desde hace mucho tiempo atrás había olvidado pretender ser el numero uno para su padre, bien lo había observado con aquellos creados desde un principio, eran tan vanidosos, era un problema, en especial que no habían tomado en cuenta que si su padre había creado más era porque sus primeras creaciones no lo satisfacían... tal vez… estaba aun buscando crear a “ese” ser perfecto, y cuando apareciera, je, realmente haría enojar a cualquiera de sus hijos.
Miro a algunos jóvenes lies, otros más viejos que él mismo, pero cuando uno de sus hermanos simplemente salió sonrió de lado, je, de nuevo la pelea entre hermanos había empezado, solo por buscar la satisfacción de su creador, bien, entonces él también ayudaría a que el sueño de su padre fuera suyo también, ahora tenía con que entretenerse. Dándoles una mirada a algunos hermanos más recientes pestañeo y bostezo estirándose, era hora de irse a cazar un par de humanos. Espero hasta que salieran unos pocos más, perdiéndose entre los demás con la firme convicción de satisfacer el deseo “paterno”.
Kelian- Lie
- Mensajes : 3
Fecha de inscripción : 28/12/2010
Re: El Padre llama...
Eternamente sellado en sus muros, la melancolía que emanaba la voz gutural y la ancestral presencia de su padre se adhería con terquedad y zozobra a los muros mohosos, inyectando sus lóbregas apariencias sobre cada ser que visitara aquel santuario.
Aunque pudiera considerarse a sí mismo un partidario de la despreocupación, un completo excelso en cuanto a reflexiones se tratase, no podía evitar sentirse absorbido por los recuerdos. Cada rostro y perfil allí congregados, aunque él y todos se esforzaran por negar y despreciar aquella idea, representaban una parte de sí mismo, de su historia y de su esencia misma. Profundizando un poco en aquella idea, existencia y razón de ser partían y concluían en cada uno de esos seres. E incluso cuando la indiferencia, o en el peor de los casos, la absoluta repugnancia era la única emoción visible en los rostros de su familia al observarse entre ellos, el odio transmutaba en adoración total, en obsesivo y completo deleite al tornar sus miradas hacia la figura que se había detenido en el centro de la sala. La adoración y la ansiedad palpitaban en el interior de cada uno de los inhumanos corazones, sumergiéndoles en una comunión de lo más particular.
Denes se había alejado de la congregación principal. Parecía más dispuesto a marcharse que a escuchar la voz de su padre entonada en áspero salmo; yacía su figura, enlutada para siempre en terciopelo púrpura, recostada contra una de las ajadas columnas que enmarcaban las puertas de entrada a la inmensa sala. Eterno guardia, aislado y escéptico, su cabeza se inclinó hacia adelante en única señal de escucha. Una de tipo sereno y neutral, aún cuando pudiera advertir cierta dicha y regocijo reinando en las almas ajenas; pues nadie parecía sorprendido de que la frágil tregua hubiese llegado a su fin. Aquel acontecimiento aguardado por muchos durante más o menos años de existencia, estaba sencillamente destinado a ocurrir, y aunque a su visión particular la tregua era lo más útil a sus propósitos personales, no hubo en su posición cambio o ademán alguno que delatara su breve contrariedad con respecto a ello.
Ante la evocación de su eterna rebeldía, no pudo evitar una tenue sonrisa de diversión. Después de todo, quién osaría acaso levantar sus armas, renunciando a su propia esencia, contra el amado Creador.
Aunque pudiera considerarse a sí mismo un partidario de la despreocupación, un completo excelso en cuanto a reflexiones se tratase, no podía evitar sentirse absorbido por los recuerdos. Cada rostro y perfil allí congregados, aunque él y todos se esforzaran por negar y despreciar aquella idea, representaban una parte de sí mismo, de su historia y de su esencia misma. Profundizando un poco en aquella idea, existencia y razón de ser partían y concluían en cada uno de esos seres. E incluso cuando la indiferencia, o en el peor de los casos, la absoluta repugnancia era la única emoción visible en los rostros de su familia al observarse entre ellos, el odio transmutaba en adoración total, en obsesivo y completo deleite al tornar sus miradas hacia la figura que se había detenido en el centro de la sala. La adoración y la ansiedad palpitaban en el interior de cada uno de los inhumanos corazones, sumergiéndoles en una comunión de lo más particular.
Denes se había alejado de la congregación principal. Parecía más dispuesto a marcharse que a escuchar la voz de su padre entonada en áspero salmo; yacía su figura, enlutada para siempre en terciopelo púrpura, recostada contra una de las ajadas columnas que enmarcaban las puertas de entrada a la inmensa sala. Eterno guardia, aislado y escéptico, su cabeza se inclinó hacia adelante en única señal de escucha. Una de tipo sereno y neutral, aún cuando pudiera advertir cierta dicha y regocijo reinando en las almas ajenas; pues nadie parecía sorprendido de que la frágil tregua hubiese llegado a su fin. Aquel acontecimiento aguardado por muchos durante más o menos años de existencia, estaba sencillamente destinado a ocurrir, y aunque a su visión particular la tregua era lo más útil a sus propósitos personales, no hubo en su posición cambio o ademán alguno que delatara su breve contrariedad con respecto a ello.
Ante la evocación de su eterna rebeldía, no pudo evitar una tenue sonrisa de diversión. Después de todo, quién osaría acaso levantar sus armas, renunciando a su propia esencia, contra el amado Creador.
Denes.- Lie
- Mensajes : 9
Fecha de inscripción : 15/12/2010
Re: El Padre llama...
Y a medida en que la mayoría se reservaba sus cavilaciones personales para con las palabras del creador, o como el espectro solía llamarlo de manera habitual: “El supremo”, otros simplemente preferían mantener el murmullo, la dicha o simplemente la melancolía del momento por las palabras dadas.
¿Sería que necesitaba estar alejado de todo y todos una vez más?
No, en aquel preciso instante le era de extrema necesidad estar cerca de él. Necesitaba observarlo directamente a los ojos, así tuviera que romper un hábito necesario, así tuviera que llenar su garganta de aquel amargo sabor… ira, dolor.
No existía en sus ojos la rebeldía usual de aquel que niega, refuta, exclama y acusa. No. En sus ojos solo albergaba ese brillo místico hacia algo lo cual implicaba más que el sano e ingenuo pensamiento común, aquel que se extendía, recorría cada vena de su imperfecto cuerpo y lo hacía vulnerable a la turbia venda emocional. ¿Quién era hermano de quien en ese instante? No él, eso era más que obvio. Se sentía ajeno a la muchedumbre, al pensar, al sentimiento y a la decisión autoritaria; sin embargo su sombrío corazón aun tiritaba de asombro y dolor.
Aquel pequeño al cual, por instantes, alguna vez tuviera en brazos, ahora era todo un jovencito ¿Era tanto el tiempo que había pasado? Sus labios aun postraban su sonrisa, más sus ojos dejaron escapar un poco de melancolía ¿Cómo saberlo? El mismo había detenido su propio tiempo. ¿También formaría parte de aquel sucio juego, aun sabiendo que, quizás, su presa podría tornarse cazador?… Antes de que pudiera notarlo, el espectro se encontraba contestándose a si mismo entre gestos. No, no él, si este en sus susurros esbozaba un calificativo más propicio para él, para ellos mismo, para los hijos del tan nombrado… para las criaturas de aquel espíritu atormentado ¿Cómo anteponer una necesidad ajena a su extensa ingenuidad? Si aquello era amor ¿Por que no tener un poco para si mismo?
Ya que más daba preguntarse ello, si su propia mirada seguía fija en aquel punto al cual consideraba muerto. Punto el cual se movía, punto el cual se acercaba, punto el cual mostraba indiferencia para con él, para con todo, punto el cual pasaba de él airoso; pero sin lograr arrebatar esa bizarra sonrisa de sus labios.
¡Autocompasión! Esa era la palabra que exclamó entre pensamientos, una la cual llenaba su ser de asco extremo; pero aun mantenía las mismas facciones risueñas en sus labios. ¿Quién o que era él? ¿Quiénes o que eran ellos? De mayor a menor, de izquierda a derecha, arriba o abajo, blanco o negro, normal o anormal; todos y cada uno de ellos eran la viva señal de que, quien se encontraba hablando, eran tan imperfecto como todos y cada uno de ellos, entonces: ¿Qué diferencia había entre ser último y primero? ¡Ah! El podía verlo, y muy claramente. Ciertamente, conceptos muy opuestos a lo que alguna vez discutieran, el primero por ser y el segundo por existir. El pensamiento muerto, aquel carente de significado ante la verdad; pero que sin embargo sirve como el mas embriagador néctar para no perder la paz y calma.
Ingenuo… solo en eso podía resumir aquel mar de pensamientos. Y finalmente, ante él, a escasos metros; la figura paterna. Aquel ser el cual le diera la bendición de caminar entre aquellos que aun se consideran “vivos”
“Cumplir con mis deseos”, eso dijo. “Mi meta cada vez está mas próxima”, eso dijo. ¡Necesito más!, ¡Los malditos deben ser nuestros!, ¡Es hora de que demostréis vuestra fuerza!, ¡Es hora de cumplir el propósito por el que os cree, de cumplir el deseo de vuestro Padre! ¡ESO DIJO!… Y así, tanto como el padre temblaba de ansias reprimidas, lo hacía el hijo. El por qué, solo el lo sabía; pero aquel brillo en sus ojos, el puño cerrado el cual se mantenía ejerciendo presión oculto entre sus prendas… la excitación.
“¡Estamos en guerra con los humanos!” Si, eso dijo, pero en los oídos y en la mente de Elzevir, solo un sonido era lo suficientemente coherente para llamar su atención… tic-tac… tic-tac… tic-tac… Aquel viejo reloj, aquel que se mantenía oculto entre sus prendas, después de largos 200 años comenzaba a andar.
Su sonrisa era magistral, terrorífica y amenazadora. No existía calma, solo el sentimiento más bizarro adjunto a una mirada la cual podía develarle todos los sentimientos en una sola expresión al creador.
El no quería deseos ajenos, el quería sus propios deseos. Quería aquello lo cual el creador guardaba en silencio con tanto recelo, aquello lo cual concibió el capricho y razón para la sola existencia de estos. Aquello lo cual podía traer brillo a esos ojos y arrebatárselos como incienso.
Tan ajeno como el manto oscuro de la noche, tan distante como el silencio, y clandestino como el viento; encaminó su marcha hacia la salida. Ambiguo, enigmático; pero con un retorcido deseo el cual podía quedar grabado ante los ojos de todos.
El espectro no había dado por sentado un si, pero tampoco había dado por sentado un no. Las manecillas habían empezado a andar, y con estas, la ambición propia y el deseo el cual era muy distante a lo que su creador podría esperar.
El quería lo mismo y más.
¿Sería que necesitaba estar alejado de todo y todos una vez más?
No, en aquel preciso instante le era de extrema necesidad estar cerca de él. Necesitaba observarlo directamente a los ojos, así tuviera que romper un hábito necesario, así tuviera que llenar su garganta de aquel amargo sabor… ira, dolor.
No existía en sus ojos la rebeldía usual de aquel que niega, refuta, exclama y acusa. No. En sus ojos solo albergaba ese brillo místico hacia algo lo cual implicaba más que el sano e ingenuo pensamiento común, aquel que se extendía, recorría cada vena de su imperfecto cuerpo y lo hacía vulnerable a la turbia venda emocional. ¿Quién era hermano de quien en ese instante? No él, eso era más que obvio. Se sentía ajeno a la muchedumbre, al pensar, al sentimiento y a la decisión autoritaria; sin embargo su sombrío corazón aun tiritaba de asombro y dolor.
Aquel pequeño al cual, por instantes, alguna vez tuviera en brazos, ahora era todo un jovencito ¿Era tanto el tiempo que había pasado? Sus labios aun postraban su sonrisa, más sus ojos dejaron escapar un poco de melancolía ¿Cómo saberlo? El mismo había detenido su propio tiempo. ¿También formaría parte de aquel sucio juego, aun sabiendo que, quizás, su presa podría tornarse cazador?… Antes de que pudiera notarlo, el espectro se encontraba contestándose a si mismo entre gestos. No, no él, si este en sus susurros esbozaba un calificativo más propicio para él, para ellos mismo, para los hijos del tan nombrado… para las criaturas de aquel espíritu atormentado ¿Cómo anteponer una necesidad ajena a su extensa ingenuidad? Si aquello era amor ¿Por que no tener un poco para si mismo?
Ya que más daba preguntarse ello, si su propia mirada seguía fija en aquel punto al cual consideraba muerto. Punto el cual se movía, punto el cual se acercaba, punto el cual mostraba indiferencia para con él, para con todo, punto el cual pasaba de él airoso; pero sin lograr arrebatar esa bizarra sonrisa de sus labios.
¡Autocompasión! Esa era la palabra que exclamó entre pensamientos, una la cual llenaba su ser de asco extremo; pero aun mantenía las mismas facciones risueñas en sus labios. ¿Quién o que era él? ¿Quiénes o que eran ellos? De mayor a menor, de izquierda a derecha, arriba o abajo, blanco o negro, normal o anormal; todos y cada uno de ellos eran la viva señal de que, quien se encontraba hablando, eran tan imperfecto como todos y cada uno de ellos, entonces: ¿Qué diferencia había entre ser último y primero? ¡Ah! El podía verlo, y muy claramente. Ciertamente, conceptos muy opuestos a lo que alguna vez discutieran, el primero por ser y el segundo por existir. El pensamiento muerto, aquel carente de significado ante la verdad; pero que sin embargo sirve como el mas embriagador néctar para no perder la paz y calma.
Ingenuo… solo en eso podía resumir aquel mar de pensamientos. Y finalmente, ante él, a escasos metros; la figura paterna. Aquel ser el cual le diera la bendición de caminar entre aquellos que aun se consideran “vivos”
“Cumplir con mis deseos”, eso dijo. “Mi meta cada vez está mas próxima”, eso dijo. ¡Necesito más!, ¡Los malditos deben ser nuestros!, ¡Es hora de que demostréis vuestra fuerza!, ¡Es hora de cumplir el propósito por el que os cree, de cumplir el deseo de vuestro Padre! ¡ESO DIJO!… Y así, tanto como el padre temblaba de ansias reprimidas, lo hacía el hijo. El por qué, solo el lo sabía; pero aquel brillo en sus ojos, el puño cerrado el cual se mantenía ejerciendo presión oculto entre sus prendas… la excitación.
“¡Estamos en guerra con los humanos!” Si, eso dijo, pero en los oídos y en la mente de Elzevir, solo un sonido era lo suficientemente coherente para llamar su atención… tic-tac… tic-tac… tic-tac… Aquel viejo reloj, aquel que se mantenía oculto entre sus prendas, después de largos 200 años comenzaba a andar.
Su sonrisa era magistral, terrorífica y amenazadora. No existía calma, solo el sentimiento más bizarro adjunto a una mirada la cual podía develarle todos los sentimientos en una sola expresión al creador.
El no quería deseos ajenos, el quería sus propios deseos. Quería aquello lo cual el creador guardaba en silencio con tanto recelo, aquello lo cual concibió el capricho y razón para la sola existencia de estos. Aquello lo cual podía traer brillo a esos ojos y arrebatárselos como incienso.
Tan ajeno como el manto oscuro de la noche, tan distante como el silencio, y clandestino como el viento; encaminó su marcha hacia la salida. Ambiguo, enigmático; pero con un retorcido deseo el cual podía quedar grabado ante los ojos de todos.
El espectro no había dado por sentado un si, pero tampoco había dado por sentado un no. Las manecillas habían empezado a andar, y con estas, la ambición propia y el deseo el cual era muy distante a lo que su creador podría esperar.
El quería lo mismo y más.
Elzevir- Lie
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Fecha de inscripción : 23/12/2010
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