El misterio que aqui habita

Su paso menudo y descansado adornado por sutiles pisadas de tacones indudablemente femeninos resonaban en la bruma que opacaba su esbelta figura en la oscuridad. La luz de la luna era miserable en comparación con la luz que emanaba de los faroles y se hacia reflejar en la humedad de aquella empedrada calle de Keres.

Moon se movía con la mirada perdida entre la inmensidad de los suburbios, de farol en farol deteniendose a mirar para ambos lados y proseguir su caminata nocturna. No era precisamente miedo lo que sentia al deambular en las calles donde sabia, todo era cierto, no, no era miedo, ella habia vivido entre ellos, los conocía, sabia de donde venían y para qué estaban en ese lugar, asi que no les temía en absoluto.

Al cruzar en una esquina llevó un delgado cigarrillo a sus carnosos labios delicados y luego de calarlo exhaló el humo grisaseo que se perdió en la niebla mientras su izquierda se mantenía dentro de su mullido abrigo negro como la noche. Con aquel color su cabello albino resaltaba y sus ojos rojos refulgían claramente.

(¿Me permites? xD)


Altas horas de la noche, frías, opaca como ninguna. Calles vacías y estas, tan enigmáticas, cubiertas en su bruma.

En su silencio y con sigilo, las sombras se movilizaban hacia un punto en específico mientras un espectro, de porte imponente y aspecto somnoliento, aguardaba postrado en los muros; pacientemente, cruzado de brazos y usual indiferencia. Un joven de finos rasgos, apariencia elegante e indumentaria oscura.

Levantó la mirada como si entre su punto y aquel manto negro extenso, alcanzara a divisar claramente el cielo, ahora absorto en sus pensamientos.

¿Cuánto tiempo a pasado?

Aquella fue la primera pregunta que formuló en su cabeza, aun así, solo tenía el cansancio físico y psicológico como respuesta. Quizás no necesitaba una respuesta clara por el momento, con ello bastaba, no más.

¿Conflictos?…

Muchos, no solo externos, también internos, y dejando de lado; pero no menos importantes: Los personales. Pero aquellos los apartaba con facilidad y se los tragaba en silencio, pues no existía nadie, fuera de él, que pudiera quizás comprenderlo.

¿Ideales?

Tantos y a su vez ninguno. Algunos pequeños, otros tan grandes y absurdos.

¿Puros?

No todos; sin embargo, por desagradables que algunos fueran, guardaba todos y cada uno de ellos en sus memorias, pues estos eran lo que le recordaban día a día la clase de personas las cuales rodeaban su medio, siempre teniendo presente que cualquier momento era efímero, y todos tan eternos.

¿Dudas y certezas?

Existen, no solo en él, también en quienes lo rodean, siempre presentes y actuando de muchas maneras, sean buenas, sean malas, todas con propósitos distintos pero las cuales intentaba sofocar para no ser solo una marioneta más.

El poder, siempre presente y nublando la visión de aquellos quienes ansían esto… El camino al poder, siempre tan egoísta pero no en todos los casos, pues incluso uno busca el mismo poder para proteger algo querido, aun así, los medios y como uno lo consigue siempre serán incorrectos en aquella ciudad donde solo recae el misterio y la nostalgia cada par en par.

Nuevamente bajó e inclinó su mirada cerrando sus ojos, sereno.

Se encontró cansado e inconciente de sus actos y del lugar en el cual se encontraba; pero se dio el lujo de ello pues sus sentidos aun no habían perdido su filo y solo bastaba el más ligero eco de los pasos para que estos llegaran a él como resonancias trasladadas por el mismo viento, aquel que ahora golpeaba delicadamente su rostro y sus cabellos, tratando de calmarlo con su refrescante y ligero confort.

El tiempo que nunca espera seguía su curso, y el segundero de un pequeño reloj de bolsillo el cual no se detenía, empezaba a hacer eco en el silencio precedido por pasos distantes que se acercaban, ligeros, seguros de si mismos, elegantes y sin lucir presurosos.

¿Podía permitirse ser visto?

Estaba abatido, apenas alimentándose para mantener su sola existencia anclada ha aquel espacio sombrío; mas sin embargo, su cuerpo hizo el intento por buscar un refugio improvisado, uno el cual encontraría a medias en el callejón más próximo a él.

-Aquel aroma…- susurró para si mismo con aquella voz calmada y varonil. No se vivían 200 años por nada, aun cuando este solo formara parte de la noche, y aguardó paciente por unos pasos más, buscando satisfacer su curiosidad a medida en que las sombras retozaban alrededor de su cuerpo en descanso.

(Justo a quien queria ver xD)

¿No era acaso una ligera ironía? Tenía a su mando veladores excelentes que se empeñaban en que la alcaldesa tuviera un guardaespaldas excepcional que la siguiera a todos lados con la firme decisión de no dejarla vulnerable ante la crueldad del mundo bajo sus pies, pero aquello era insulso, la alcaldesa era obstinada, se decía, era un ser de otro mundo, insensible a la contaminación ajena, al miedo y la cobardía. Ellos, que se aseguraban de resguardarla e inmunizarla no se imaginaban que aquel ser de hermosura sublime cual si fuese la obra maestra de un perfecto ángel, de cabellos blancos y aspecto inocente desde nacimiento era invulnerable a todo aquello.

No se sentaron a pensar que le desagradaba en grandes rasgos que la tratasen de aquel modo, ella, que venía de las entrañas de un mundo en el que sobrevivir era virtualmente improbable. Aquello solo les costó el despido antes de su primer mes de mandato. Ahora, su asistente se habia dado cuenta de que todo era para deambular a solas por las calles sin que nade levantara la voz a aconsejarle lo contrario.
En el fondo, Moon extrañaba eso, si, era ese el por qué de sus “huídas”. Toda su infancia habia sido una hija de la noche, hija de nadie, cuantos recuerdos… a lo lejos las campanadas de la catedral de de Saint Dominique comenzaron a resonar agonizantes por la distancia. Una sonrisa irónica se dibujó en sus hermosos labios delineados a los cuales se llevó de nuevo el cigarrillo mentolado para aspirar el humo y que éste llegara a sus pulmones dejándole en la boca un sabor a hierbabuena.

No se creía una santa, pero ¿qué habia hecho Dios por todos ellos? Ella era quien habia luchado por años en contra de la maldad arraigada en cada maldito rincón de cada diminuto callejón de Keres, ella y nadie más habia formado la más grande fuerza en contra de los Lies y en cuanto los destruyera por completo y llegara el final de sus días no deseaba ser idolatrada, qué mezquinos eran los santos, qué corrupta era la religión, exhaló el humo y tiró el cigarrillo delante de ella justo a la distancia oportuna en la que daría el siguiente paso, apagando así el agonizante hilo de humo para luego introducir su mano diestra dentro del abrigo, justo como la izquierda.

Mientras tanto, sus pasos continuaban rítmicos, relajados, elegantes, si, como ella era, hasta llegar a la cuadra donde, sin saberlo, la aguardaba alguien oculto en las sombras de una vereda próxima. Sus ojos alumbraban la bruma en ese intenso color rojo distintivo de sus orbes y aminoró el caminar al acercarse al callejón. Por un momento le dio la sensación de que no estaba sola, y por el olor, sospechaba ya de qué ser se trataba. se detuvo a una distancia prudente del callejón oscuro, expectante.

Una sonrisa se delineó en el rostro del sombrío a la par en que la joven interrumpió su paciente marcha. No era que este buscara comprender tal conducta, o asumir una razón en particular al acto mencionado. No, este sonrió por la sencilla razón de sentir ese efímero sentimiento el cual aquellos solían denominarlo “alegría”. Ahora, intentar definir la razón a aquella alegría, encerraba mucho más misterio que su afición por retroceder las agujas de su atesorado reloj.

Orbes granates como la sangre que ahora vertía de entre sus propios labios en un pequeño hilillo, producto de sus juegos. Cabellos albinos como la misma nieve que solía caer en invierno, SUS inviernos, aquellos que adoraba de manera enfermiza, y claro está, aquella figura que podría hacer arrodillar y auto-denigrar a cualquier hombre por un breve instante de placer. Esos y muchos aspectos más terminaban de confirmarle quien exactamente se encontraba a una prudente distancia de él.

-¿Volveremos a probar el venenoso sabor de nuestros la labios?- Susurró el sombrío con aquel tono opaco y sutil, muy propio de él. Una pregunta la cual podría deducir muchas cosas; mas sin embargo, aquella mirada perdida, la cual divagaba en un punto ambiguo en el cielo, no indicaba con exactitud hacia quien o por qué la hacía.

Ya desde antes solía toparse con cualquier pagano como él, siempre con diversas preguntas entre los labios esbozadas al viento. Algunas podían obtener respuesta de voces ajenas, otras simplemente no las necesitaban por propia indiferencia del espectro; pero…

Su mirada, paciente, volvió a divagar de extremo a extremo cual animal callejero el cual no desea ser contemplado, así el instante fuera solo efímero; mas su mirada dejo su recorrido en aquel brillo carmín que se extendía a la distancia.

-¿Dudas sobre el rumbo que has tomado como parte de tu destino?- Su pregunta fue más directa, ahora tomando cierto interés, más aun tratándose de ella. Después de todo, se trataba de Moon, la persona que había logrado hacerse un nombre en aquel bizarro lugar.

Esa conducta podía esperarla de cualquier mujer ordinaria; pero… ¿De la misma Lady Moon?. ¿Sería que este había captado su atención? ¿Sería una probable intuición de peligro? ¿Sería que esta erró el camino? Quizás podían ser todas las anteriores, quizás solo buscaba su sangre para completar su vasta colección, o quizás solo era que se encontraba perdiendo su toque. Sea cual sea la razón, en ese instante, tan rápido como llegaban esas ideas y preguntas a su mente, se diseminaban en el olvido con el pasar del tiempo.

Elzevir solo prefería estar allí, oculto en el manto de la noche, lejos de las miradas ajenas; pero siempre observante de ella y amenazador. No, no era un Lie cualquiera y encontrarlo de por si ya era todo un vaticinio a un mal mayor.

Enarcó una ceja cuando a sus oídos llego aquel primer comentario ¿de que estaba hablando? Si, sabia que se trataba de un Lie, el olor a rata, a moho y a inmundicia los precedía, nada más desagradable que eso en una noche tan bonita. No debía extrañarle, ellos están para arruinar momentos verdaderamente hermosos.

Su orbes rojizas acariciaron con una serena mirada la lejanía de los edificios, allí la iglesia con su campanario y todo lo demás, oficinas administrativas bajo un cielo gris y negro sin un solo lucero brillando en su esplendor. Ya sabía de quien se trataba, no era difícil adivinarlo. Su mirada volvió a perderse en el suelo y… sencillamente sonrió ante el segundo comentario. Ella sabía perfectamente su camino, pero ante todas las cosas era una dama, una dama en las calles oscuras de Keres caminando sola, y si bien estaba armada, se distinguía por ser prudente. La prudencia dejaba paso a la sabiduría, cosa que los necios se obstinaban en negar.

-Esa voz me suena... ¿cuál era tu nombre…?- Susurró finalmente mirando hacia el cielo intentando recordar. -… no, no lo recuerdo. Pero recibe mis más francas congratulaciones, es una auténtica paradoja la que acabas de formular, casi podría servir de burla en mi salón para los más ingenuos por supuesto. Es una pena que, tú nombre bajo ella me será imposible colocarlo- Se mantuvo ininmutable e hizo una pausa muy breve sin esperar respuesta alguna.

-Hasta mis preciados cigarrillos merecen la muerte digna de un minuto solemne ¿No lo crees así?- La diestra de sus manos salió del abrigo buscando en el bolsillo de su pantalón la caja de cigarrillos delgados y elegantes que guardaba para si, no era una fumadora adicta, pero a veces le provocaba y no se lo negaría, acarició casi por error el mango grueso de una de sus armas y luego extrajo la cajetilla a la cual dió un par de golpecillos en la palma de su delicada mano hasta dejar salir uno de los delgados cigarrillos despreocupada para luego devolver la cajetilla a su lugar. Tras encenderlo con parsimonia y clase lanzó el cerillo humeante al suelo frente a ella y caló suavemente del vicio entre sus dedos volviendo su atención hacia el callejón.

-¿Por qué no te asomas a saludar? Es una noche hermosa, y, no se tu, pero yo ya no le encuentro gusto al juego de las escondidas-