3° Designio: Observación

Un día más de otoño, tan frío como los anteriores, cada vez se sentía más cerca el invierno, pronto los días durarían apenas un par de horas y las noches dominarían la mayor parte del reloj, totalmente inconveniente para la situación actual en la ciudad, aunque aquello no es lo que compete a este momento. Algo estaba mal… una sombra yacía sobre la ciudad, algo estaba por ocurrir, el Tarot mismo lo había predicho, evento que debía ser observado y registrado.

Esto puso a una de las brujas en movimiento, debía estar ahí para presenciar lo que pudiera ocurrir aunque esto manchara aun más su reputación. De pie frente a un antiguo edificio gubernamental, una misteriosa figura se vislumbraba entre la niebla, expectante de lo que pudiera ocurrir, cubierto de pies a cabeza como si el frío fuese insoportable.

A lo lejos un sonido metálico resonó por la ciudad, las campanadas de la catedral sonaron 5 veces anunciando la hora. Esto puso al pelinegro en marcha, haciéndolo cruzar la calle y entrar a un viejo edificio actualmente deshabitado, donde subió hasta el segundo piso donde pensaba podría distinguir mejor como ocurrirían los acontecimientos.

Apenas los últimos ecos metálicos de las campanadas se habían apagado en el aire quieto del ocaso que teñía las centenarias paredes de aquella zona de la ciudad, cuando un nuevo sonido vino a turbar aquella paz opresiva que parecía ahogar los ánimos de los habitantes sumiéndolos en la gris monotonía que lo impregnaba todo. Un agudo chirrido metálico resonó por la callejuela acercándose al lugar de forma pausada pero constante, punteado aquí y allá por pequeños golpes que interrumpían el chirrido por un instante.

A la vuelta de la esquina apareció la alta y desgarbada figura enlutada de Koumori, que arrastraba descuidado tras de sí el largo mango de su guadaña, cuya hoja, al resbalar y rebotar contra los adoquines de la calzada, producía aquel chirrido irritante. Ciertamente, no era la imagen disciplinada y formal que uno esperaría encontrar en el jefe de los Veladores.

Sin embargo, al llegar a la altura de aquel edificio abandonado se irguió, adoptando una postura vigilante, con el arma preparada para asestar un golpe. El cambio fue tan rápido y fluído entre su dejadez anterior y aquella reacción instintiva que apenas sí pareció haber transición entre un instante y el siguiente. No disponía de habilidades comparablea al Tarot de Hansel, pero su instinto y su experiencia también le advertían de que algo iba a suceder, y pocas veces se había encontrado con que ese algo no requiriese un uso decidido de su arma.

Una vez en el segundo piso de aquel antiguo edificio Hansel camino hasta un gran ventanal desde donde su vista podía ver todo aquello que en la calle pudiese ocurrir. Metió la mano en su bolsillo trasero y de el saco una baraja de cartas en apariencia normales, como cualquier otro juego, mas al tomar la primera carta en el tope de la baraja se podía distinguir bien que no se trataba de una baraja de cartas, pues en realidad eran pequeños espejos, del tamaño de una carta.

Con cierta habilidad tomo una carta tras otra y las fue lanzando sin dirección aparente, dejando que estas solas se posicionaran frente suyo en el espacio, mostrandole su propio reflejo. Cuando estas cartas estuvieron listas con solo un rose de su mano dejaron de reflejar aquello que se ponía frente a ellas para mostrar imágenes de aquellos que trabajaban en el edificio de enfrente.

Cerro los ojos y solo espero un momento a que todo comenzara, a que aquello que habían revelado las cartas diera inicio. Cuando abrió los ojos, estos se movieron de espejo en espejo buscando algo que no fuera del todo normal... Su mirada se detuvo cuando dio con aquello que estaba buscando segundos antes que el "infernó" comenzara.

Una poderosa ráfaga de viento impacto con el gran ventanal seguida de un estruendoso e imponente sonido, varios pedazos de piedra salieron volando en todas direcciones mientras una gran pantalla de humo y polvo se expandía por la calle.... el sonido de la gente gritando se escuchaba desde lejos, los lamentos y las lagrimas no esperaron a que la cortina se disipara pues era obvio lo que había pasado... aquel edificio gubernamental, había sido destruido....

Koumori se encontraba preparado para actuar ante casi cualquier contingencia, pero lo que ocurrió fue algo que escapaba a su capacidad de reacción, por lo que no hubo nada que pudiese hacer mientras aquella potente ráfaga de viento golpeaba el edificio y lo reducía a escombros; al fin y al cabo ¿de qué modo podía él luchar contra algo tan intangible como el viento? Permaneció quieto, impotente, mientras la onda expansiva le golpeaba y derribaba su sombrero de copa e instantes después se veía envuelto por una espesa nube de polvo que invadió toda la calle y que le cubrió por completo.

En cuanto el polvo se asentó, se podría haber tomado a Koumori por una estatua que alguien hubiese depositado en mitad de aquella calle, hasta que tosió expeliendo pequeñas nubecillas de polvo de su boca. En grave silencio, que contrastaba con los gritos y lamentos de los supervivientes se agachó y recogió su sombrero, desprendiendo nuevas nubecitas de polvo en cada movimiento, lo sacudió con la manga hasta desprenderle la suciedad y se lo caló de nuevo antes de tomar de nuevo su guadaña y acercarse a los escombros para escarbar en ellos con el mango de su arma, tratando de apartar los cascotes para alcanzar a los supervivientes.

"¡Los que hayan sobrevivido y quieran que les rescate, que marquen su posición golpeando con suavidad!" gritó con voz potente, para hacerse oir por encima del coro de lamentos "¡Los que estén tan heridos que quieran que ponga fin a su sufrimiento tan pronto como los encuentre, que sigan quejándose!" Sus palabras ayudaron a que el ambiente se calmase de golpe, sustituyendo las trágicas voces por tímidos golpecitos aquí y allá.

Ordenó a su espantapájaros que se presentase allí tan pronto como fuera posible para ayudar a las labores de rescate, trayendo a todos los Veladores que no fuesen necesarios en otros lugares, y comenzó a apartar las piedras en busca de los supervivientes.

En cierto modo fue un expectaculo digno de observarse, aunque al mismo tiempo fue algo muy trágico e incluso difícil de ver incluso para el pelinegro quien, con el pasar del tiempo, ah observado mas desastres de los que puede admitir...

Gracias a la gran explosión de hacia unos momentos el ventanal frente al que se encontraba de pie se hizo pedazos, lo que le permitió distinguir todo con mayor claridad, mas al mismo tiempo, aquellos espejos que lo mantenían al pendiente de lo que sucedía en el interior del lugar se rompieron, por ello no pudo seguir observando. Sinembargo pudo distinguir muy vagamente aquel que había causado el desastre, casi como si fuese una sombra, mas con eso bastaba para su trabajo como observador.

“un hombre, común y corriente”¨

Pensó Hansel aliviado en cierto modo al saber que no se trataba de ningún incidente sobre natural, pensamiento que muchos hubieran tachado de frío o inhumano puesto que aun así muchos habían muerto. Cuando volvió la vista a la calle pudo distinguir algo, o mejor dicho a alguien, nunca antes lo había visto pero en cierto modo era algo irresponsable el como manejaba las cosas.

Mostrar en publico y a plena tarde cualidades sobre humanas no era prudente, era uno de tantos secretos que se debelan mantener ocultos tal vez por eso lo mejor seria advertirlo, no era momento para revelar el secretó.

Bajo la vista buscando algo que pudiese utilizar encontrándose así con una pequeña piedra en el marco de la ventana la cual tomo y lanzo en busca de la cabeza del otro, buscando llamar su atención, aprovechando que el gran ventanal había sido destruido.

Apenas había comenzado a apartar los escombros con los escasos medios a su alcance, en el convencimiento de que la velocidad era crucial para rescatar a los supervivientes de aquel fatídico suceso, cuando notó un leve golpe en la parte posterior de la cabeza que le ladeó el sombrero de copa, seguido por el repiqueteo de una piedrecita al rebotar contra el suelo a sus pies. Contempló por unos instantes el improvisado proyectil que había impactado contra él y se volvió en busca de su origen, que calculaba debía encontrarse justo a sus espaldas. Su mirada fue recorriendo uno a uno los vacíos ventanales del edificio abandonado que se alzaba frente al que había sido objeto del ataque hasta que en uno de ellos se encontró con la figura de Hansel que le observaba desde allí. Parecía evidente, sin nadie más a la vista, que él debía ser el único habitante de aquel edificio, y por tanto el lanzador de piedras. Lo cierto era que aquel lanzamiento había logrado su objetivo, pues había distraído a Koumori de su conexión con su espantapájaros, interrumpiendo su llamada.

Sin apartar la mirada de la ventana ocupada por Hansel, Koumori se agachó con movimientos lentos y pausados, tanteando con la mano el suelo hasta hallar un cascote del tamaño apropiado y, levantándose como una exhalación, lo lanzó con fuerza hacia él. Si aquel desconocido tenía ganas de comenzar una pelea a pedradas, Koumori no pensaba defraudarle en absoluto.

En cierto modo, la curiosidad le invadió, que persona mas extraña era aquel hombre de grisáceos cabellos, en un principio se mostró preocupado por rescatar a las personas que se encontraban atrapadas, pero actualmente parecía mas interesado en ganar una competencia ficticia.

Cuando el proyectil llego hasta donde Hansel se encontraba, lo golpeo de lleno a un costado del cuerpo, junto a un lado del hombro, para después caer al suelo, produciendo un sonido hueco que se vio intensificado por el eco del lugar avandonado. Notoriamente el pelinegro no hizo el mínimo esfuerzo por evitarlo, después de todo se trataba únicamente de un pedazo de roca, difícilmente podría salir lastimado. La gruesa gabardina negra que traía puesta en ese momento amortiguo el golpe en gran parte dejando una desagradable mancha de polvo donde fue el impacto, mas en general, aparte del ligero dolor que sintió al momento del golpe, no le ocurrió nada

- Discreción – Declaro serio con su rasposo tono natural de voz, mientras que, con su mano derecha desempolvaba la zona que la piedra había manchado.

Giro ligeramente el cuerpo, mostrando su perfil, viéndolo por el rabillo del ojo, como si se preparara para bajar de aquel edificio donde ya no tenía nada que hacer, ahora debía observar desde abajo aquello que ocurriera, mas parecía que tenia algo más que decir antes de ir hasta donde estaba… cosa rara puesto que Hansel no habla mucho.

- Huele a muerto… - Comento señalando hacia la nada, esa era su muy particular forma de recordarle que hasta hacia unos momentos el hombre intentaba rescatar aquellos sobrevivientes del desastre.

La permanente sonrisa de Koumori se amplió aún más cuando la piedra impactó contra el costado del misterioso desconocido. Un impacto directo como aquél a la fuerza tenía que valer más puntos y ponerle en cabeza en la pedrea que se iba a organizar. Sin embargo aquella sonrisa se cubrió por la sombra de un gesto de decepción al ver que el ser de la ventana no tenía intención de continuar con aquella deportiva competición. ¿Qué gracia tenía comenzar algo así si enseguida se retiraba del desafío que él mismo acababa de lanzar?

Ya tenía preparada una irónica observación dirigida a Hansel, cuando la rasposa voz del muchacho se hizo oir y acalló su réplica antes de que fuese pronunciada. ¿Discreción? ¿A qué demonios viene eso? se preguntó, cuando de pronto su errática mente halló la respuesta, recordando las indicaciones uqe la alcaldesa le había dado respecto al hecho de que algunas de sus 'peculiaridades' podían no ser bien vistas o aceptadas por las personas a las que pretendía ayudar.

La segunda frase del misterioso joven le dejó todavía más confuso. Husmeó el aire, en busca del rastro que Hansel pudiese haber notado.

"El que primero lo huele, debajo lo tiene..." murmuró entre dientes, sonriendo con burla "Porque yo no he sido..." En ese momento el crujido de las ruinas asentándose y los gemidos de quienes no podían soportar más el dolor le devolvieron a la realidad. Había trabajo importante que hacer, no era el momento de perder el tiempo en charlas de salón.

"Si no tienes nada mejor que hacer, podrías bajar aquí a echar una mano, chico..." le dijo a la figura de la ventana antes de arremangarse para comenzar a mover de nuevo los cascotes en busca de los supervivientes de la catástrofe. "Nunca está de mas la ayuda de un par de brazos extras..."

Cerro los ojos satisfecho por lo que había logrado, habitualmente no podía comunicarse bien con otros, aunque en cierto modo no se sentía del todo bien con respecto a aquel hombre del arma llamativa. Al abrir los aquellos espejos que al comienzo de su investigación había lanzado descendieron lentamente hasta sus manos, no era necesario tenerlos flotando por mas tiempo al no haber mas que observar. Una vez listo termino de girar su cuerpo y se dirigió a la salida bajando del edificio y saliendo tranquilamente por la puerta principal, con ambas manos metidas en los bolsillos.

"¿Ayudar a otros?"

Se pregunto a si mismo deteniendo sus pasos en la calle acomodando sus lentes con su mano izquierda, reflexionando un poco sobre lo que el otro le pedía. Era imposible para el interferir, solo podía observar, pues aquel era su trabajo y al mismo tiempo su maldición. Camino hacia donde se encontraba el albino y solo le dedico una seria mirada antes de pasar de largo y dirigirse a los escombros de aquel antiguo edificio ahora destruido.

- No Interferir - susurro mas para si que para el otro cuando paso al costado del otro.

Buscando con la mirada entre los escombros aquello que le pudiera ser de utilidad, o que tuviera un destino aparte de desaparecer en el tiempo, moviendo una que otra piedra con los pies manteniendo sus manos en el bolsillo. Deseaba particularmente encontrar los restos de la bomba, aquel objeto que se llevo la vida de tantos y que, para fines esotéricos, debía ser recuperada.

Al ser consciente del murmullo de Hansel y de la actitud que éste tomaba respecto a la tragedia que acababa de suceder frente a sus narices, Koumori soltó descuidadamente un cascote que había levantado con esfuerzo, que sólo la suerte hizo que basculara en otra dirección en vez de caer de nuevo sobre la cabeza del desafortunado a medio desenterrar al que estaba ayudando a rescatar. La ayuda ya estaba llegando al lugar del atentado, y se disponía ya de brazos suficientes para socorrrer a los heridos y atrapados por las ruinas del edificio; aun así Koumori corrió a largas zancadas hasta el lugar en el que Hansel, ajeno a todo aquel revuelo, escarbaba en el suelo con los pies.

"A ver, pipiolo, ¿qué es eso de no interferir?" le preguntó con aspereza, tomándolo del hombro para darle la vuelta y tenerlo frente a frente "¿Es que no ves que esto es imposible? Sólo estando aquí y diciendo que no quieres interferir ya interfieres, haciendo que me aparte del lugar. Así que si de todos modos vas a interferir deberías hacerlo del modo bueno, echando una mano con el resto para poder desenterrar a toda esta gente..." añadió en un tono menos agresivo que antes, sin apartar la mano del hombro de Hansel, hablándole como si tratase de hacerle comprender un concepto de vital importancia pero un tanto complejo, en el que se supliesen las explicaciones razonadas por el énfasis y el ardor en las palabras.

El objetivo de Koumori en esos momentos era hacer que Hansel comprendiese la razón de su postura; el hecho de que su ayuda fuese ya superflua carecía de importancia.

Hansel estaba muy concentrado en “salvar” aquello que debía ser salvado del tiempo de entre los escombros, mientras procuraba ignorar la situación misma en la que estaba envuelto, era muy incomodo para el escuchar todo aquello y simplemente no hacer nada mas ese era su trabajo, aunque al final le fue imposible mantenerse en este estado de concentración pues aquel hombre de edad avanzada, con quien hacia apenas unos momentos había tenido una pequeña riña, lo tomo firmemente del hombro intentando llamar su atención reclamando su falta de interés.

Giro lentamente su cuerpo mientras llevaba su mirada hasta la de aquel hombre del gracioso sombrero quien parecía buscar que cambiase de parecer, en cierto modo tenia un muy valido punto de vista, sinembargo eso no bastaba para que cambiara de opinión. Saco su mano izquierda del bolsillo donde la tenia resguardada y con esta acomodo sus lentes guardando silencio para procesar una corta y concisa respuesta.

- Es tu mente la que me da esa importancia – contesto apacible con ese tono vocal rasposo y bajo que la mayoría de las veces hacia pensar a los demás que tenia la garganta lastimada. Era su particular forma de hacerle ver que interferir con el, no era propiamente interferir con la situación en la que se encontraban. – Si deseas que interfiera… tendrás que pagar el precio - ofreció enmarcando la palabra “deseas” como si esta fuera la clave de algún enigma, mientras inclinaba su rostro a un costado fijando su mirada en los escombros buscando aun terminar su trabajo.

Analizando fríamente la situación, tal vez esa era la respuesta, si aquel hombre lo “deseaba” podría el interferir, eso podría quitarle una carga de encima, después de todo seguía siendo humano, o al menos tenia aun las emociones de uno, y como humano, algo dentro de si se rompía cuando veía tanto sufrimiento.